miércoles, 13 de abril de 2011

Soy la clase de persona que siempre tiene las uñas sucias. No importa cuàntas veces me lave las manos, la mugre no sale. Y si sale no alcanza a dar media vuelta que ya está de nuevo ahì para quedarse.

Me niego a ser la única que acarree un cepillito en el llavero.

No me canso, a mi pesar, de buscar explicaciones que màs bien son justificaciones por vacilar entre su carácter ciéntífico y moral, parecido a lo que Lacan decìa del psicoánalisis que se la pasa pivoteando entre la ciencia y la religión.

Entonces, los supuestos de mis uñas roñosas -ahora se me ocurre que quizàs una fuerza natural de atracciòn entre las palabras con letras inusuales como la ñ podrìa estar haciendo de las suyas- variaban en que: soy alguien que anda mucho por la calle y en bici (las manos transpiran y la mugre podrìa estar deslizàndose por debajo de las uñas); hago muchas cosas con las manos -sí, a partir del mono podrìa decirse que eso es normal-, que mis uñas -este suele ser uno de los argumentos màs recurrentes- tienen una forma especial que hace que quepa màs suciedad de la corriente porque por màs de que me las corte cortitas si quiero que no me duela la parte blanca y vacìa debe continuar ahì, lista para ser llenada.

Cada vez que pienso en este tipo de cosas miro alrededor a la gente que anda mucho por la calle, en bici, que hacecosasconlasmanos, que tiene uñas con la parte blanca... VACÌA.

Cuando veo que el mundo derrumba todas mis hipótesis, sòlo me queda por pensar que la sociedad me oculta cosas.

2 comentarios:

Luli dijo...

Lindo.

marìa lluvia dijo...

el punto es polèmico pequeña lulù