jueves, 26 de julio de 2012

santos buròcratas o reflexiones para no ser vencidx por la burocracia



Hoy compré dos papeles que me garantizan mis actividades (algunas) en los días que siguen. Bastaría con romperlos por la mitad para que mi futuro cambiase.
            Una vida dependiendo de un papel. 
[Cuán frágil es todo, cuán doloroso resulta hasta pensarlo.]
            Con sòlo dejar caer uno de los papeles de mi bolsillo la noche del martes seguiría acá, en esta casa de paredes rojas. El papel, su pérdida, no cambiaría el futuro, más bien detendría el tiempo y quien sabe que clase de estragos se producirían entonces. Habría claro, que conseguir otro papel, una clase de respaldo, de plan “b” para que el presente inmóvil no nos tome por sorpresa.
            Habría que conseguir también otro papel que nos asegure la devolución del dinero en caso de que el plan “b” no sea necesario, en caso de que nuestros bolsillos no tengan agujeros o nuestro juicio esté intacto y no haga que rompamos el futuro en medio de un ataque de nervios.
            Incluso sería útil conseguir copias de todos  los papeles para disminuir los riesgos corridos en caso de pérdida.
            Además podría ser conveniente distribuir los documentos recopilados en lugares diferentes porque habría perdido el sentido guardarlos todos juntos. Una vez hecho esto resultaría indispensable conseguir otro papel en el que anotar los lugares donde fueron depositadas las diferentes hojas ya que al haberse multiplicado su número se nos dificultará recordar apropiadamente su paradero.
Con este último paso hemos otorgado una vital importancia a lo que hace minutos era un simple papel en blanco y ahora es un documento con indicaciones. Lo hemos convertido en la clave de nuestro futuro. Sin él seríamos entes sin siquiera la seguridad de respirar. De ninguna manera podemos dejar que este papel se nos caiga del bolsillo o sea roto en un ataque de locura. Así que lo más sensato sería sacarle fotocopia y reiniciar el procedimiento. 

sábado, 7 de julio de 2012


Están los que llegan a vivir a buenos aires y dejan su vida pueblerina para formarse en el arte de aprovechar.
Un va a la ciudad y debe aprovechar a recibirse, a tener experiencia laboral. Pero además de eso están quienes realmente se toman  su migración a buenos aires en serio. Porque la vida de aprovechadore no  es nada fácil. Debe comprometer cada minuto  de óseo. Debe aprovechar cada muestra de fotografía, festival de jazz, curso gratis de lo que sea, incluso cuando lo que sea sea origami en papel reciclado o danzas árabes con vestuario azteca. Une aprovechadore debe aprovechar como por recuperación histórica, porque antes no había nada y ahora hay casi todo, y gratis si se sabe buscar.
Después de un día de estudio o trabajo aprovechadore debe ir a la guerra de almohadas en el planetario y aunque esté muerte de cansancio no puede dejar de aprovechar la noche de los museos, ver gratis a mimi maura para después ir a bailar a una fiesta de música balcánica porque es viernes y por sobre todas las cosas hay que aprovechar.
Con los años, aprovechadore logra darse cuenta que no necesariamente tiene que ir a los debates de evolucionistas con la iglesia, ni conocer todos los parques de la ciudad ni ir a todo porque sea gratis, porque que sea gratis no se acaba necesariamente mañana. Entonces aprovechadore se sienta en su casa, tiene un gato, se pone Internet y sólo a veces cuando alguien le cuenta del festival de artes marciales con mùsica hindù se queda en la casa con su gato, un libro y ese poquito de culpa con la que cualquier ex aprovechadore debe aprender a vivir.