Volvì revuelta. Me acostè a dormir con la bolsa de agua caliente, en los pies, la panza, la espalda.
No hay nada peor que el frìo de verano. Pronto me lo iban a hacer saber.
El triàngulo de las bermudas de entre la cabecera y la mesita de luz me advirtiò: Tù puedes ir, volver todas la veces que quieras, pero yo seguirè aquì, a la espera. ¿Como los lagartos? le preguntè. No contestò, se limitò a devorar el termòmetro a la par que el mercurio me salpicaba la cara.
No hay nada peor que el frìo de verano. Pronto me lo iban a hacer saber.
El triàngulo de las bermudas de entre la cabecera y la mesita de luz me advirtiò: Tù puedes ir, volver todas la veces que quieras, pero yo seguirè aquì, a la espera. ¿Como los lagartos? le preguntè. No contestò, se limitò a devorar el termòmetro a la par que el mercurio me salpicaba la cara.
2 comentarios:
Los lagartos, lo único que supieron fue esperar.
ah, fiebre...
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