miércoles, 29 de julio de 2009


Antes era tan té con leche. Acá es más café, clarito también pero ya no me hace acordar a mi abuela y la leche a veces está cortada. Los autos uno atrás de otro, millones, que es más rápido ir caminando. Y las hormigas en la nariz que ya ni siquiera sé si son de tristeza. El lápiz trabado, la hoja en blanco, el silencio en casa, en la escuela, en los colectivos y las hormigas otra vez. El ruido insoportable que calla la música. Las partituras equivocadas. Las repeticiones, los puntos aparte y seguido a veces también que me olvido del tiempo y del espacio. De mis palabras que últimamente parecieran estar sólo para ocupar lugar. La terrible humedad, la lluvia que no para, el paraguas prestado, el calefón que no anda, el baño que se rompió, el celular sin batería, el mp3 sin pilas, la pared que escupe agua y todas las cosas que me dicen, que tienden a morir (me).
Yo mientras tanto llamo a Cacho, le aviso a la dueña y compro pilas en el kiosco. Trato de olvidarme por un rato, de no darme cuenta, que las cosas no son sólo en sí sino reflejos.

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