domingo, 12 de junio de 2011

El pequeño rey zaparrastroso

Tarde a tarde, lo veían. Lejos de los demás, el guri se sentaba a la sombra de la enramada, con la espalda contra el tronco de un árbol y la cabeza gacha. Los dedos de su mano derecha le bailaban bajo el mentón, baila que te baila como si el estuviera rascándose el pecho con alevosa alegría, y al mismo tiempo su mano izquierda, suspendida en el aire, se abría y se cerraba en pulsaciones rápidas. Los demás le habían aceptado, sin preguntas, la costumbre.El perro se sentaba, sobre las patas de atrás, a su lado. Ahí se quedaban hasta que caía la noche. El perro paraba las orejas y el guri, con el ceño fruncido por detrás de la cortina del pelo sin color, les daba libertad a sus dedos para que se movieran en el aire. Los dedos estaban libres y vivos, vibrándole a la altura del pecho, y de las puntas de los dedos nacía el rumor del viento entre las ramas de los eucaliptos y el repiqueteo de la lluvia sobre los techos, nacían las voces de las lavanderas en el río y el aleteo estrepitoso de los pájaros que se abalanzaban, al mediodía, con los picos abiertos por la sed. A veces a los dedos les brotaba, de puro entusiasmo, un galope de caballos: los caballos venían galopando por la tierra, el trueno de los cascos sobre las colinas, y los dedos se enloquecían para celebrarlo. El aire oía a hinojos y a cedrones.Un día le regalaron, los demás, una guitarra. El guri acaricio la madera de la caja, lustrosa y linda de tocar, y las seis cuerdas a lo largo del diapasón.La probo, la guitarra sonaba bien. Y el pensó: que suerte. Pensó: ahora, tengo dos.


E. Galeano

6 comentarios:

Anónimo dijo...

espero cruzarla en la transgenica.

ele dijo...

¿tenès un chongo anònimo?

L dijo...

què palabra fea, yo no digo chongo.

marìa lluvia dijo...

no te preocupes lulú. no tengo chongo ni anónimo. ponele.

Anónimo dijo...

te quiero a vos y a todojunto!

marìa lluvia dijo...

nosotras también?