jueves, 4 de marzo de 2010

pedazo

Siempre fui tan amiga de las palabras, amante de las palabras, enamorada de las palabras, siempre fui palabras. Pero para ser palabras se necesita no necesitar de las palabras. Y para no necesitar de las palabras el corazón tiene que ser noble, quizás incluso no necesitar pedir perdón. Las palabras no alcanzan para pedir. Es casi una ley. Las palabras no alcanzan para dar. Las palabras alcanzan sòlo cuando no se las necesita y sòlo no se las necesita cuando el corazón es lo suficientemente noble para guardar silencio y sentirse en paz.

Un día de repente, vergonzosamente mis palabras no alcanzaron. Yo estaba tan pequeña, tan hormiga, y los receptores tan altos. Tan increíblemente chica. Tan estúpidamente chica. Tan merecidamente chica. Empecé a sentir mis palabras amputadas, palabras como muñones, palabras sin propulsión. Había quedado por primera vez del otro lado del puente, en la otra orilla del lenguaje.

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